Los primeros acordes del piano
se escapan del teclado
en negro sobre blanco
y apagan el murmullo de la sala
flotando entre volutas de humo
y flases luminosos de neón
La entrada del saxo
inunda el ambiente
de un sonido envolvente y cálido
como una cascada de sentimientos
en la ternura de la noche
El contrabajista desde la sombra
suda los cuatro pulsos por compás
imponiendo el equilibrio
entre armonía y melodía
Mientras el batería
mantiene el ritmo inestable y sincopado
con juegos malabares de baqueta y escobilla
Madelaine
con el pelo lacio mojado de lluvia
y la mirada perdida
en los campos de algodón
entona un balada
con palabras evocadoras de añoranzas
tocadas por un hálito de vida.
Los espectadores hipnotizados
por la cadencia de su voz
asienten una y otra vez con la cabeza
rendidos al hechizo de escuchar